Ensayo crítico sobre la enseñanza del diseño gráfico en México
Autora: Sandra Soltero Leal
Este artículo ya fue publicado en marzo de 2007 por la revista Epistéme de la Universidad Pedagógica Nacional, unidad 112, en Celaya, Guanajuato. Está disponible en http://www.upncelaya.edu.mx/episteme
Actualmente no existe una tendencia definida en la enseñanza en el diseño gráfico; cada escuela establece su perfil de egreso según las necesidades que detecta en el campo de trabajo y el nivel socioeconómico al que quieran apoyar sus egresados. Así encontramos varios tipos de planes de estudios. Algunos abordan de manera general todas las áreas de diseño, como editorial, ilustración, fotografía, multimedia, producción audiovisual, señalética, diseño básico, web, serigrafía, comunicación, semiótica, etcétera, lo que permitirá que el egresado afronte cualquier tipo de proyecto que le encarguen y lo resuelva con los parámetros de calidad y funcionalidad necesarios. Otros permiten una especialización al final de la carrera; algunos forman egresados con un perfil directivo y, finalmente, hay los que forman egresados para la manufactura de los proyectos, como técnicos o mano de obra.
La relación maestro-alumno es humanista, similar al estilo de enseñanza utilizado en el Renacimiento; el profesor sirve de guía para el alumno, lo apoya en el desarrollo de sus proyectos, le sirve como ejemplo de los valores y principios que se exigen en el campo profesional, y le ayuda en la reflexión y comprensión de los conocimientos y habilidades que se integran a su formación durante su estancia en la carrera. De hecho es muy común el trato más bien amistoso y disipado; tanto así que incluso los alumnos, si así lo quieren, pueden referirse al profesor por su nombre, y no con adjetivos como señor, profesor, maestro, etcétera, como se acostumbra en otras licenciaturas.
Esto permite que el ambiente de trabajo sea relajado y que el alumno se concentre más en el desarrollo de su proyecto que en preocuparse por presiones de otro tipo, al mismo tiempo desarrolla habilidades de organización, autoexigencia, autocrítica y compromiso social. El riesgo con este tipo de enseñanza es que el alumno confunda esta libertad de trabajo con la falta de compromiso, creyendo que el maestro es tan accesible que el desempeño pobre en el trabajo, y la falta de responsabilidad y compromiso hacia la clase, el profesor, los compañeros y la misma profesión, no afectarán su calificación.
Salvo en las escuelas privadas, no se exige que los profesores tengan título de licenciatura para considerarlos capacitados para enseñar. La mayoría de los maestros no tiene estudios formales sobre didáctica o pedagogía, mucho menos en educación; se confía en que, por la experiencia obtenida en el campo profesional, serán capaces de transmitir sus conocimientos a los alumnos y podrán formar profesionales en el diseño gráfico. Esto ocasiona que personas que no han ejercido la disciplina, o que por el momento no tienen trabajo, se dediquen a dar clases, fundamentando su estilo de enseñanza sólo en los principios teóricos e imponiéndolos como la parte más importante del diseño, sin considerar que muchos de estos principios se establecieron en la década de 1920 con la Bauhaus, la última gran escuela de diseño gráfico.
Además, por las características de cada área del diseño, como procesos de trabajo, materiales, equipo técnico, tiempo de producción, etcétera, es común que los sistemas de enseñanza difieran bastante, incluso en un mismo plan de estudios. Así, en materias donde se requiere más uso de las nuevas tecnologías, como multimedia, web, interactivos, producción audiovisual, etcétera, la mayoría de los alumnos poseen mayores conocimientos técnicos que los profesores: conocen más programas, dominan mejor un programa en específico, están más actualizados en los avances y trucos digitales, etcétera. Por ello el profesor, en lugar de enseñar un programa, funge como un asesor que enseñará cómo aprovechar los beneficios de un software según el concepto o la idea creativa de cada alumno. No se enseña cómo usarlo, sino para qué y cuando usarlo.
Otra característica que influye fuertemente en este sistema de enseñanza es que la computadora se considera la herramienta por excelencia para la mayoría de las áreas de diseño, ya que permite elaborar el boceto final para el cliente e incluso imprimir el proyecto definitivo. Cuando una institución educativa decide hacer lo que se considera una inversión “fuerte” o “costosa” para instalar equipo de cómputo con lo más nuevo de la tecnología, por la velocidad de los avances, en muy poco tiempo ese equipo ya está pasado de moda o atrasado en su potencial. Los profesores sólo pueden enseñar a los alumnos a explotar su creatividad usando las facilidades de la herramienta, haciéndoles ver que un diseñador no es bueno por tener una computadora con lo último de la tecnología, sino por tener la capacidad de crear diseños atractivos, prácticos y funcionales, sin importar en qué equipo y versión del programa trabaje.
Esto implica además una contradicción, ya que al mismo tiempo se exige que un diseñador esté en capacitación y actualización técnica constante, especialmente en cómputo, así que la enseñanza dentro de las escuelas crea contradicciones entre lo que piden y lo que pueden ofrecer como apoyo y enseñanza en computación para el diseño gráfico.
¿Y qué sucede en el campo de trabajo? En la escuela se enfatiza a los alumnos que el diseño comunica a través de imágenes fijas o en movimiento, y que es de suma importancia cuidar con detalle la conceptualización de las ideas y mensajes a transmitir junto con las técnicas y medios para hacerlo. Sin embargo es muy común que fuera de ella, sobre todo por la proliferación de escuelas técnicas que ofrecen la “carrera” de diseño gráfico, se considere este trabajo como “algo que cualquiera puede hacer”, “que no necesita estudios formales”, “que sólo es hacer dibujitos”, etcétera. Algunas personas incluso lo consideran como una artesanía, como algo no formal.
Esta percepción puede surgir incluso de la concepción del diseño gráfico dentro de las escuelas formales, ya que, como dice Norberto Chaves,
Gran parte de los problemas de la enseñanza del diseño gráfico en México (y es de suponer que en muchos países latinoamericanos) provienen de una concepción distorsionada de la profesión, en la que predominan dos prejuicios: teoricismo y creativismo.[1]
La primera distorsión consiste en no reconocerle el diseño gráfico su carácter de oficio,o sea de trabajo productivo en un campo específico; trabajo que, a través de la experiencia, acumula una serie de habilidades y saberes prácticos […] En su lugar se concibe al diseño gráfico, tácita o explícitamente, como una suerte de “teoría aplicada”.
El criterio de validación de la práctica es la obediencia de dichos preceptos teóricos y no la eficiencia comunicacional real del producto diseñado.[2]
El creacionismo en el diseño gráfico se basa en la noción de que toda idea de diseño llega a su creador por inspiración, sin tomar en cuenta las teorías ya establecidas. Así, los alumnos y muchos profesores rechazan realizar una investigación visual para conocer las tendencias en el diseño mexicano e internacional y, sobre todo, analizar sus proyectos desde la perspectiva teórica, porque entonces “ya no es una creación original, ya se parece a lo que otros hacen”.
Existen propuestas que promueven la integración de estas dos vertientes propugnando un diseño “creativo y metódico”, en el que al alumno se le den las herramientas para reflexionar sobre las oportunidades para crear ideas originales y propositivas, fundamentadas en las teorías ya establecidas, y cambiando el sistema de evaluación por uno que considere fechas de entrega flexibles, en el que la calificación del alumno no se realizará hasta que el proyecto se considere totalmente terminado, aun cuando esto implique diseñar y corregir durante todo el curso un proyecto único.
Un ejemplo es la experiencia con un grupo de diseño en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la unam. En las clases teóricas, sobre todo cuando se presentó material audiovisual, los alumnos llegaron puntuales y no hubo problemas de disciplina. En estas clases la profesora explicó las bases teóricas de la materia, que se aplicarían en proyectos prácticos durante el semestre en curso.
Al terminar la teoría continuó la etapa de revisiones de los proyectos a entregar. Los alumnos se agruparon en equipos de trabajo y la dinámica de la clase consistió en revisar con cada equipo los bocetos, para determinar las posibles correcciones de los proyectos.
A partir de esta etapa los alumnos empezaron a llegar cada vez más tarde, generalmente se presentaba un solo integrante como representante del equipo, la mayoría de los equipos no presentaban avances y, quienes los tenían, esperaban hasta ser revisados para inmediatamente retirarse de la clase sin avanzar su proyecto en el salón.
Era notorio que los equipos no planeaban ni se organizaban con anticipación, incluyendo algunos casos en los que una semana antes de la fecha programada no habían decidido aún qué presentar.
En las presentaciones de los proyectos cambió radicalmente la actitud del grupo: los alumnos se presentaron puntualmente a la clase, la calidad y las propuestas de los proyectos fueron excelentes, y el interés de los alumnos por los proyectos de los otros equipos fue evidente.
Ante la disparidad en el comportamiento del grupo, la profesora cuestionó a los alumnos sobre las causas de sus retrasos en la entrada a la clase; en las respuestas se hizo evidente que la mayoría de los alumnos se consideraba impuntual y que para justificar su actitud ofrecían argumentos relativos al tráfico, a quedarse platicando en la cafetería, a aprovechar el tiempo en otras cosas cuando faltaba el profesor de la clase anterior, a estar investigando para proyectos de otras materias o a confiarse en que otros miembros del equipo sí llegarían a tiempo y entregarían los avances.
Resalta el hecho de que los alumnos, en general, consideran que las clases teóricas son muy importantes pero que las revisiones no son determinantes para producir un proyecto. Esto quizá pueda deberse a que las revisiones implican que los alumnos trabajen, planeen y se organicen, mientras que en las clases teóricas sólo deben estar sentados escuchando al maestro y tomando notas.
Otro dato revelador fue que la mayoría de los alumnos considera que sus retrasos y actitudes en el aula no deben considerarse como reacciones negativas ante la clase, sino como un aspecto externo y totalmente independiente.
Después de estos resultados, la profesora concluye que las actitudes del grupo se pueden deber a dos factores:
a) Los alumnos siguen considerando que el diseño gráfico es un área de trabajo que permite la creatividad y una libertad sin disciplina ni organización previa; el término “trabajar bajo presión” connota dejar todo para el último momento, aunque implique enfrentarse a imprevistos que generan más complicaciones de las necesarias, pueden cambiar totalmente la idea concebida e incluso pueden interrumpir totalmente el proceso de trabajo.
Esto puede suceder también porque, en ocasiones, y dependiendo de su interacción con el profesor, los alumnos pueden sentirse confiados en que la dinámica de la clase es “tranquila” y dedicarle tiempo a otras materias en las que se sienten más presionados, ya sea por las exigencias de otros profesores o por tener entregas inesperadas que surgen durante el curso.
Aquí sería importante que el profesor hiciera notar que no importa si su relación con los alumnos es más cercana o accesible, ya que el proceso de trabajo en el curso y el nivel de autoexigencia de los alumnos no debe afectarse y mucho menos relajarse.
b) Se deben crear sistemas de enseñanza del diseño gráfico para que los alumnos adquieran y desarrollen hábitos mentales que les permiten tener un mejor desempeño en las etapas de planeación y producción de los proyectos.
Los hábitos mentales hacen que nuestras acciones sean más conscientes y controladas: “son esquemas para el pensamiento acerca de lo que motiva a las personas a comportarse inteligentemente cuando les hacen frente a los problemas.”[3]
Estas características son deseables en el perfil de todo profesional del diseño gráfico: pensar con cuidado los problemas a enfrentar, pensar críticamente, valorar diferentes alternativas, comparar ideas diferentes, aprendizaje continuo, persistencia, control de la impulsividad y planeación, empatía con el equipo de trabajo, pensamiento flexible, metacognición, criterios de calidad y eficiencia, transferencia del conocimiento, creatividad e innovación constantes, asumir riesgos con responsabilidad, compromiso social, pensar de manera interdependiente, ser consciente de su propio razonamiento, estar consciente de los recursos que se necesitan, ser sensible a la retroalimentación, evaluar la eficacia de sus acciones, etcétera.
Es posible que algunos alumnos ya tengan desarrollados estos hábitos por la educación y el estilo de vida familiar, lo que en este caso se considerará como una ventaja estratégica muy importante respecto de sus compañeros, ya que les permitirá tener un desarrollo y unos resultados de aprendizaje mucho más rápidos y notorios que el resto del grupo; sin embargo, el sistema educativo no puede ni debe conformarse con esta situación.
Esto debe detectarse e implementarse desde los primeros semestres de la carrera, ya que afecta directamente al perfil de formación de la mayoría de los egresados de la licenciatura, quienes al ingresar al campo de trabajo deberán desarrollar estas habilidades de manera forzada y apresurada para lograr el nivel competitivo que les exige el trabajo esta área.
Los docentes tienen el mayor control sobre la habilidad de sus estudiantes para desempeñar las destrezas de pensamiento apropiadas […] Esta área es responsabilidad del docente, y aunque algunos estudiantes pueden desarrollar por ellos mismos las destrezas de pensamiento que necesitan, muchos no lo harán sin ayuda. [4]
Los hábitos mentales se pueden dar a conocer como “herramientas” que les ayudarán a los estudiantes a lograr sus objetivos. El papel del profesorado, apoyado por el diseño del programa de estudios y los objetivos de la formación en el perfil de ingreso y egreso, será ayudar a que los alumnos sean conscientes de sus propios hábitos mentales y enseñarles a utilizarlos constantemente en su desempeño académico para que, con la práctica constante, se interioricen y conviertan en herramientas utilizadas de manera inconsciente en su vida personal y profesional.
Esto facilitará una aproximación más dinámica y exitosa a la resolución de problemas y proyectos, permitiendo que los alumnos aprovechen de manera más completa el aprendizaje obtenido en las diferentes materias, y que el profesional del diseño gráfico se adapte constantemente a las necesidades particulares de cada proyecto, y a los cambios y exigencias que se presenten en la evolución del campo profesional.
Bibliografía
CHAVES, Norberto. “Dos distorsiones en la enseñanza del diseño gráfico”, en:
http://www.dotzero.org/data/nota.aspx?id_nota=2. DotZero, 24 de julio de 2005. Consultado el 15 de noviembre de 2006.
“Hábitos de la mente en diseño de proyectos efectivos: valores y actitudes”, en:
http://www97.intel.com/cr/ProjectDesign/ThinkingSkills/BeliefsAndAttitudes/
Habits_of_Mind3.htm. Consultado el 3 de diciembre de 2006.
[1] Norberto CHAVES. “Dos distorsiones en la enseñanza del diseño gráfico”, en: http://www.dotzero.org/data/nota.aspx?id_nota=2. Consultado el 15 de noviembre de 2006.
[2] CHAVES. Op. cit.
[3] “Hábitos de la mente en diseño de proyectos efectivos: valores y actitudes”, en:
http:// www97.intel.com/cr/ProjectDesign/ThinkingSkills/BeliefsAndAttitudes/Habits_of_Mind3.htm.
Consultado el 3 de diciembre de 2006.
[4] Ibíd.