El contexto de la industria editorial
Palabras clave: contexto socioeconómico, industria editorial, posmodernidad, globalización, nuevas tecnologías, libre mercado, publicaciones periódicas, revistas.
Abstract: the purpose of this text is to describe the current socio-economic context of Mexican Publishing Industry, emphasizing the changes brought to its production and consumption processes by Postmodernity, Globalization and New Technologies. The first section is an outline of recent historical and social development, new socio-cultural conditions, free market economy and consequent changes in Publishing Industry; the second describes general aspects of Globalization and its political, economic, ideological-cultural and technical-technological manifestations. Outstanding among several conclusions of this analysis, is that, although the game rules are changing, present times are indeed an opportunity for more publications of a better quality.
Keywords: socioeconomic context, Publishing Industry, Postmodernity, Globalization, new technologies, free market, periodic publications, magazines.
Contexto socioeconómico de la industria editorial mexicana
Desarrollo histórico y social
Condiciones socioculturales
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Las condiciones socioculturales que dan paso al contexto actual surgen en la década de los sesenta del siglo XX, cuando se marca una ruptura con el modo de socialización dirigista, uniforme, universal y centralizada de la época moderna. En esos años aparecen los llamados movimientos contraculturales, estudiantiles, hippies, de liberación sexual y de reivindicación del papel social de la mujer, que buscan la realización del individuo en contra de la ideología del progreso, basada en la materialidad y el valor del trabajo, de la modernidad. Este origen da forma a la época posmoderna “como producto de la derrota política de la generación radical de finales de los años sesenta. Una vez frustradas sus esperanzas revolucionarias, esta hueste había encontrado compensación en un hedonismo cínico que halló salida abundante en el boom del sobreconsumo de los años ochenta”.[1]
Es lo que Gilles Lipovetsky denomina proceso de personalización, que “designa la línea directriz, el sentido de lo nuevo, el tipo de organización y control social que nos arranca del orden disciplinario-revolucionario-convencional que prevaleció hasta los años cincuenta […]. Corresponde a la elaboración de una sociedad flexible basada en la información y en la estimulación de las necesidades [y los deseos individuales]”.[2] La posmodernidad explora nuevas posibilidades, objetivos y modos de socialización, que se dan bajo dispositivos abiertos y plurales, interconectados en red. Surge una sociedad de servicios y del autoservicio, en la que se diversifica la oferta; se marca una ruptura y un rechazo a la tradición moderna revolucionaria, de esperanza en el futuro.
El individualismo hedonista y personalizado se ha vuelto legítimo y ya no encuentra oposición […]. La sociedad posmoderna es aquella en la que reina la indiferencia de masa, donde domina el sentimiento de reiteración y estancamiento, en que la autonomía privada no se discute, donde lo nuevo se acoge como lo antiguo, donde se banaliza la innovación; [… sociedades] ávidas de identidad, de diferencia, de conservación, de tranquilidad, de realización personal inmediata; se disuelven la confianza y la fe en el futuro, ya nadie cree en el porvenir radiante de la revolución y el progreso, la gente quiere vivir en seguida, aquí y ahora, conservarse joven y no ya forjar el hombre nuevo […] ya ninguna ideología es capaz de entusiasmar a las masas, la sociedad posmoderna no tiene ni ídolo ni tabú, ni tan sólo imágenes gloriosas de sí misma, ningún proyecto histórico movilizador; estamos ya regidos por el vacío, un vacío que no comporta, sin embargo, ni tragedia ni apocalipsis. La cultura posmoderna es flexible, descentrada y desarrolla las “lógicas duales”; es al mismo tiempo materialista y psi, porno y discreta, renovadora y retro, consumista y ecologista, sofisticada y espontánea, espectacular y creativa.[3]
El pensamiento se desplaza hacia lo fragmentario, heterogéneo y múltiple. La lógica de la época posmoderna es un proceso de personalización neonarcisista del que escribe Lipovetsky.[4] Es la elección de multicolectivos, especializados en extremo, fuera de la independencia asocial hedonista; por ejemplo, la marcha de hombres contra la no violencia hacia las mujeres. Los individuos comparten objetivos existenciales similares, pero sin compromisos absolutos o totalizadores con un único grupo. Tienen tendencias parciales que, lejos de un programa de lucha de clases es, por el contrario, una forma de acción con necesidad de expresarse para sí mismo, en búsqueda de la identidad y del interés propio, susceptible de rápidas modificaciones y, por lo tanto, con la lógica del vacío.
La lógica individualista es, en realidad, una estrategia mundial para transformar la primera etapa de la sociedad de consumo de los años cincuenta en una segunda etapa, radicalmente opuesta a la ostentación de la riqueza e idolatría hollywoodense del “estilo de vida norteamericano”. Este nuevo tipo de sociedad de consumo explota el carácter hedonista de la búsqueda de bienestar, libertad e interés individual con el modo de socialización neonarcisista.
Las industrias, las empresas y las organizaciones estimulan la diversificación, la libre expresión y elección de diversos modos de vida y de organización social. Se adaptan a las diferencias entre los individuos, fomentan su participación, organizan y animan las actividades para el tiempo libre y el ocio, a las que le añaden la marca de cultura. La industria cultural tradicionalmente dedicada a la “alta cultura”, a las letras y las artes, y dirigida a grupos minoritarios de la sociedad, tiene una apertura hacia la sociedad de la información y la industria del entretenimiento, dispuesta al alcance de todos. El cine, la televisión, la radio, el teatro, la música, los videojuegos, los deportes, el turismo, la gastronomía, los parques recreativos, los juegos de azar, los libros, los periódicos, las revistas, las historietas y los cómics son productos de este nuevo tipo de industria en creciente auge.
En los años ochenta del siglo XX se inicia la organización global. El libre mercado pone a disposición de los individuos una mayor diversificación de bienes y servicios. La cultura de masas, sujeta a la uniformidad, se cambia por una cultura diseccionada y fragmentaria, heterogénea y plural; dispuesta bajo un proceso de seducción[5] para la realización individual de los deseos y la elección personalizada entre múltiples alternativas, que satisface el carácter hedonista de los individuos. Tanto las organizaciones como la información, las costumbres e incluso la educación se rigen por esta nueva forma de relación social dominante. Todas las actividades se promueven como objetos de consumo y presentan alguna forma de seducción.
Economía de libre mercado
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El paso a esta nueva forma de organización se inicia en los años setenta del siglo XX. Llega a su fin el nacionalismo económico, sostenido por el Estado bajo políticas dirigistas. Los mercados internos están saturados; las economías de escala, que reducen los costos unitarios mediante la producción en masa de productos estandarizados, en una organización rígida con grandes tiempos de planificación, son sustituidas por la movilidad y la flexibilidad de las empresas para agrandar o conservar su participación en el mercado.
Durante esta época comienza la aceleración del capital a través del desarrollo de las entonces multinacionales, que instalaban filiales en países extranjeros para reducir sus costos salariales y acelerar su productividad. Pero todavía existen limitaciones en la circulación de mercancías, debido a las barreras aduaneras y al control sobre la transferencia de capitales, que requiere la previa autorización del Estado. A finales de esa década, las empresas comienzan a ejercer presión para abolir las trabas a la circulación de mercancías y capitales; las multinacionales se convierten en trasnacionales y se da el paso a la globalización actual, que se inicia como tal en la década de los años ochenta. Este inicio de la globalización se relaciona con el fin de la Guerra Fría, la caída del socialismo y la soberanía de una nueva forma de capitalismo, que se libera del Estado y se pone al servicio de la competitividad de las empresas privadas. Así, el poder absoluto lo tienen ahora el capital y las leyes de libre mercado.
Actualmente las empresas tienen “el poder de decidir el destino y el uso social de la producción, es decir el modo de consumo al que ella está destinada y las relaciones que ese modo de consumo determina”,[6] puesto que ya no responden a la demanda, sino que la crean y la anticipan. La producción se planifica en tiempos más cortos y a precios más bajos; los objetos ya no se comercializan por su valor de uso, sino por su imagen, novedad y valor simbólico.
Cambios en la industria editorial
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Los referidos cambios ideológicos, económicos y políticos en las sociedades mundiales repercuten en todos los ámbitos y, por supuesto, también en la actividad editorial. La edición se transforma de industria cultural a industria del entretenimiento, dirigida al gran público y dominada por empresas trasnacionales. “La edición representa siempre un microcosmos de la sociedad de la que forma parte, refleja sus grandes tendencias y fabrica en cierta medida sus ideas”.[7] Salvo algunas excepciones, hasta las primeros tres cuartos del siglo XX la edición tenía un fuerte interés por los aspectos intelectuales y culturales; el excedente generado por el conjunto del fondo de cada editorial pagaba los costos de aquellos títulos que no eran redituables a corto y mediano plazo, pero que eran importantes de editar por su contenido e impacto sociocultural, lo cual demandaba una fuerte inversión que se recuperaba lentamente. Muy pocas editoriales cotizaban en la bolsa de valores.
La edición dejó de ser una actividad “a menudo familiar, a pequeña escala, que se contentaba con modestas ganancias procedentes de un trabajo que todavía guardaba relación con la vida intelectual del país”,[8] para convertirse en una parte de la sociedad de la información, dominada por grandes grupos con múltiples actividades dentro de la industria del entretenimiento.
La fuerza de la edición independiente pasó del éxito al fracaso y finalmente a su gradual desaparición; las trasnacionales fueron comprando cada una de las pequeñas editoriales y el cambio de propietarios trajo consigo un cambio en la finalidad de la edición en sí misma. Los títulos considerados de valor por su contenido intelectual fueron remplazados por otros, considerados “de interés general”, en búsqueda de mayores ganancias económicas; también aumentaron las inversiones en mercadotecnia para comercializar los productos editoriales por su imagen y su valor simbólico. El interés comercial es la base de la mayoría de las publicaciones; la decisión de publicar está a cargo de comités editoriales, pero ahora éstos están protagonizados por los responsables financieros y comerciales de las empresas, no por intelectuales. En el caso de México se ha introducido una infinidad de productos editoriales de empresas trasnacionales, pero la empresa con mayor participación en el mercado de habla hispana es Editorial Televisa; como es bien sabido, Televisa tiene diversas actividades en las industrias del entretenimiento y sus objetivos son claramente comerciales.
Sin embargo en este panorama, oscuro para algunos, aparece un momento de coyuntura excelente para la multiplicación de las publicaciones. Los cambios ideológicos y socioeconómicos originados en las décadas de los sesenta y setenta les proporcionan a las empresas las condiciones óptimas para acelerar su producción y su rentabilidad.
La proliferación de grupos y modos de vida diferenciados ha traído consigo nuevos públicos lectores, más variados. Las bases ideales para la publicación de nuevas revistas se dan en la concurrencia de factores como el hedonismo; la búsqueda de la identidad a través de los objetos de consumo; la socialización neonarcisista de los individuos; el desarrollo de la industria del entretenimiento; la libre circulación global de las mercancías; la distribución de productos editoriales en nuevos puntos de venta —desde aeropuertos, restaurantes y centros comerciales hasta tiendas de autoservicio—; los avances tecnológicos que modifican la organización empresarial, las formas de trabajo y la producción flexible, organizada en red, y la necesidad de las empresas de posicionar sus productos a través de una fuerte presencia en medios. El valor cultural del contenido ya es una decisión editorial, pero la oportunidad socioeconómica está aquí.
Otra ventaja es que el costo de los anuncios publicitarios en las publicaciones periódicas es muy económico en comparación con otros medios, como la televisión y la radio; además, su capacidad de llegar a públicos hiperespecializados los hace altamente efectivos. Por lo tanto, la publicidad es una importante fuente de ganancias para las publicaciones periódicas (véase gráfica 1).
Aspectos generales de la globalización
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La globalización es un tema polémico, pues su valoración depende de la posición teórica y política desde donde se analiza. Para algunos, la globalización representa la posibilidad de un mundo mejor, más unido, pacífico e incluso ecológicamente sustentable. Se habla, en sentido generalmente positivo, de la “aldea global”, de la “sociedad mundial” y hasta de la probabilidad de un “gobierno democrático mundial”; pero la globalización es por otra parte un proceso económico de dominación y explotación. Lo que pretendo en este artículo es describir y explicar las condiciones socioeconómicas en que se producen y consumen los libros y las revistas; la globalización constituye, junto con el desarrollo de los sistemas tecnológicos, el elemento fundamental de cambio actual en el macroambiente o entorno externo de las empresas editoriales. Por lo tanto, las prácticas editoriales están ligadas a los procesos de globalización económica, política y cultural.
La globalización es un sistema que se ha vuelto dominante a lo largo de más de veinte años; a la vez es una serie de procesos que caracterizan la vida del hombre. El desarrollo de las sociedades actuales se “rige [bajo] la lógica de redes y flujos […]. Las redes […] están compuestas por conjunto de líneas entrelazadas y nudos que funcionan como puntos de intersección para la energía, información y seres vivos que transitan por ellas”.[9] La globalización articula los procesos económicos, políticos y culturales, de prácticamente todos los países del planeta, en relaciones que se vuelven cada vez más interdependientes en cuanto a los sistemas económicos, los procesos de producción, los estilos de vida y los modelos de consumo.
La globalización es un modelo de conectividad compleja, afirma Tomlinson;[10] es decir, la vida social contemporánea es una red interconectada e interdependiente que crece rápidamente y cada vez se vuelve más densa; “el ‘nuevo orden mundial’ en su conjunto parece tener más bien los rasgos de un caos global”. Es un conjunto de relaciones complejas que tiene cuatro niveles de significados: político, económico, ideológico-cultural y técnico.[11] A estos niveles prefiero llamarlos procesos, tal como lo hacen Pérez Cortés y Tomlinson, puesto que no son jerárquicos. Desde la perspectiva del pensamiento y la realidad contemporáneos, funcionan a través de la lógica de las redes, pero siempre dentro del marco de la globalización del capitalismo.
Globalización del capitalismo
Proceso político
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La globalización es una estrategia política, impuesta por la internacionalización del capital con el apoyo de la liberación y la desregulación de los mercados. Los estados aceptan libremente y fomentan las condiciones para la comercialización y la producción de objetos que provienen de todo el mundo, para que los capitales no se fuguen hacia otras naciones. “El modo neoliberal de hacer la globalización consiste en reducir empleos para reducir los costos, compitiendo entre empresas transnacionales que no se sabe desde dónde se rigen, de manera que los intereses sindicales y nacionales casi no pueden ejercerse. Todo ello lleva a que más de 40% de la población latinoamericana esté privada de trabajos estables y seguridades mínimas”.[12] Este modelo trae consigo grandes contradicciones para los países de la periferia económica, donde el desempleo y la migración excluye a los individuos de los “derechos humanos básicos: trabajo, salud, educación, vivienda”.[13]
En los países latinoamericanos, y en especial en el caso de México, la sociedad capitalista y de libre mercado tiene características muy específicas y grandes contradicciones estructurales. El Estado sigue siendo el motor de la economía del país y el consumo cultural, en sentido estricto, está sólo al alcance de las minorías. Los principales problemas de la sociedad mexicana corresponden a la alimentación, la vivienda y el empleo; las necesidades culturales y educativas están en la última escala de prioridad.
En comparación con otros países, la industria editorial mexicana tiene una baja producción y escaso consumo en relación con el número de habitantes (véase gráfica 2), a pesar de pertenecer a un área lingüística enorme, de casi 450 millones de hablantes, que le proporciona un gran mercado potencial que permite la exportación a América Latina y España. Además el Estado tiene un gran poder de control sobre el contenido de la industria editorial y, por lo tanto, de la industria cultural mexicana.
El Estado mexicano es el que edita, produce y distribuye gratuitamente los libros de texto para la educación primaria; por lo tanto le resta un gran mercado a la industria privada. Adicionalmente, con la entrada al país de productos publicados por grandes editoriales trasnacionales y la monopolización de las empresas dedicadas a la industria del entretenimiento, las pequeñas y medianas empresas han sufrido para tener presencia en el mercado e incluso para sobrevivir.
Gráfica 2. Producción de medios impresos por país, comparativo entre Argentina, México y España.
Con base en Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática. “Estadísticas por tema”, en: Sistemas Nacionales Estadístico y de Información Geográfica, http://www.inegi.gob.mx/est/. México, último acceso en marzo de 2006.
Producción de libros y folletos en 1999 (títulos publicados por cada mil habitantes
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En términos comparativos, España tiene una participación altamente predominante en la producción de libros por habitante, mientras que México sólo tiene una escasa presencia. Si a esto agregamos que Argentina tiene una población de 38 millones de habitantes, España de 44 millones y México de 105 millones, aproximadamente; entonces la baja producción libresca es todavía más significativa.
Diarios y publicaciones periódicas en 2000 (tirada diaria por cada mil habitantes)
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México ocupa un lugar medio en la producción de diarios y publicaciones periódicas, con un tiraje casi a la par del de España; sin embargo recordemos que la variante de población equivale a 58.1% y 63.81% con respecto a Argentina. Estas gráficas permiten ver que México tiene una población con hábitos de lectura predominantemente orientados hacia las publicaciones periódicas y no hacia los libros.
Con base en Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática. “Estadísticas por tema”, en: Sistemas Nacionales Estadístico y de Información Geográfica, http://www.inegi.gob.mx/est/. México, último acceso en marzo de 2006.
Según la opinión de Daniel Goldin, América Latina entró “en la globalización sin haber consolidado los estados nacionales: lamentablemente, en los años en que se veía bien la intromisión del Estado en los asuntos económicos, no logramos consolidar un mercado [editorial]”.[14]
En México existe una gran carencia de hábitos de lectura; entre varias causas podemos remontarnos a los años setenta, cuando las políticas educativas sostenían que era más importante comprender que memorizar. Una de sus consecuencias fue “el desuso de la memoria como forma de aprendizaje y, con ello, el desprestigio de la lectura [; …ésta] ha sido desde entonces un artículo de segunda mano”.[15]
De igual manera podemos hablar del libro de texto gratuito, que se implementó como una forma de alcanzar el progreso de la nación; muchas familias de escasos recursos económicos han tenido acceso a una pequeña biblioteca. Sin embargo, actualmente el gobierno mexicano produce más de 160 millones de ejemplares que se reparten de forma gratuita entre los alumnos de educación primaria en escuelas públicas y privadas. Sealtiel Alatriste estima que, por cada dos libros que se regalan, la industria editorial privada produce sólo un libro en todas las líneas editoriales, lo cual le resta una importante posibilidad de desarrollo.
Los actuales planes de estudio y el libro de texto gratuito fomentan que los alumnos mexicanos acudan por primera vez a una librería o a una biblioteca a una edad promedio de quince años, cuando ya es imposible implantar el hábito de la lectura. Sin duda, el libro gratuito es un logro histórico importante del pueblo mexicano; el problema es que su contenido, su producción y su distribución operan a cargo del gobierno. El libro de texto promueve una sola visión de los hechos, no se adecua a la realidad social contemporánea y excluye la participación de la industria editorial privada. La noble intención del libro de texto gratuito, promover la lectura, crear lectores y desarrollar mercados culturales, ha fomentado el efecto contrario. Los costos económicos son muy altos para el país, pero más altos son los costos culturales.
Cabe añadir que en nuestro país urge reformar la antiquísima Ley de Imprenta, fortalecer y socializar la Ley Federal del Derecho de Autor y su Reglamento; redefinir, reemplazar o eliminar la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación; ordenar las disposiciones relativas al depósito legal y al registro de los números ISBN e ISSN; establecer políticas de Estado claras respecto del fomento a la lectura; destrabar el debate que ha derivado en un inefable veto presidencial contra la Ley del Libro, y crear una dependencia oficial que coleccione sistemáticamente, clasifique y genere estadísticas confiables sobre la producción, la circulación y el consumo relativos a la industria editorial mexicana. Todos estos son temas amplios y profundos que van más allá de los límites de esta investigación; estos debates se pueden documentar en los textos de Kloss,[16] de Ruiz Dueñas[17] y en las memorias del Foro Internacional de Editores de la Feria del Libro de Guadalajara.[18]
Proceso económico
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La sociedad capitalista y de libre mercado es un sistema abierto, que se expande e influye no sólo en el proceso económico, sino también en los procesos político, ideológico-cultural y técnico-tecnológico. El libre intercambio en la circulación de mercancías, servicios, dinero y capitales se rige por este esquema.
La competitividad de las empresas exige mayor diversidad, novedad y renovación de los objetos, así como procesos de producción reducidos en tiempos y costos. De esta manera la organización del trabajo, la producción, la distribución y el consumo de productos y servicios se diseminan por todo el mundo en redes y flujos flexibles y descentrados.
México, al igual que los países latinoamericanos, siempre ha formado parte de la periferia económica; esta situación se ha intensificado y agravado con la nueva forma de capitalismo globalizado. Los ideales de desarrollo han quedado cada vez más lejanos y la única alternativa que se presenta es la de ofrecer a las trasnacionales las condiciones óptimas para que se sientan atraídas a invertir capital extranjero en el país, a pesar de que esto influye visiblemente en el detrimento de los beneficios sociales de la población mexicana.
Pérez Cortés[19] identifica tres modelos socioeconómicos que se superponen: sociedad de consumo, sociedad de información y sociedad de conocimiento. “En la época actual, el manejo de la información, del saber y de los conocimientos adquiere un nuevo valor estratégico. Organizar, construir y generar información y saber se han convertido en verdaderos polos de desarrollo de la llamada economía inmaterial y de la sociedad del conocimiento”.[20]
La producción económica es material e inmaterial. La economía material es la que caracteriza a la primera etapa de la sociedad de consumo y se relaciona con la producción fabril. La economía inmaterial predomina desde hace treinta años y se desarrolla con base en el sector terciario, que incluye la prestación de servicios, la información y el entretenimiento, que se construyen, producen y comercializan como objetos de consumo.
La sociedad de información evoluciona hacia una segunda etapa: la sociedad de conocimiento.[21] En este segundo tipo de sociedad los conocimientos se convierten en mercancías, producen beneficios, valores económicos y ventajas competitivas para las organizaciones y son la principal fuente de riquezas para la economía inmaterial. Actualmente todo se explota como producto de consumo: “un poema (vuelto canción), una fórmula matemática (convertida en programa), un concepto científico (en medicamento) […] es la economía de la competencia cooperativa, en la que, sin embargo, lo que cuenta es la información y el conocimiento aplicado”.[22]
Las actividades editoriales son una pequeña parte del sector terciario y de la economía inmaterial. Aunque la producción en México es todavía muy baja, los títulos, ejemplares y valores económicos de las publicaciones periódicas impresas aumentan cada vez más en los últimos años (véase gráfica 3).
Las revistas impresas son un sector muy poderoso dentro de la industria editorial (véase gráfica 4). Este sector crece rápidamente, tiene grandes y variados mercados e interviene en la economía del país porque genera ingresos por las ventas y la publicidad. Son un producto material como objeto físico y al mismo tiempo un objeto inmaterial proveedor de información, conocimiento y entretenimiento. El precio de los libros y las revistas depende de las economías de escala que reducen los costos por la producción en masa, principalmente en términos de impresión, ya que a mayor tiraje, menor costo unitario; pero el valor económico depende también del concepto de inmaterialidad: conocimientos incorporados, capacitación del personal, investigación para proveer información, novedad de las temáticas, imagen, calidad percibida y valor simbólico.
Gráfica 3. Producción de publicaciones periódicas.
Producción editorial en 2002 y 2003
Número de títulos, de ejemplares y valor en MXN
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Tanto la producción de títulos y de ejemplares como su valor en pesos se incrementaron de 2002 a 2003. La cantidad de ejemplares tuvo un incremento mayor que el número de títulos, probablemente por el aumento de los tirajes. Durante el primer trimestre del año 2004 se produjeron 1 180 títulos y 267 millones 723 350 ejemplares, con un valor de $1 822 500 932 MXN; esto indica que hay una clara tendencia al incremento de la producción. Aunque estas cifras están muy por debajo de las de otros países, como Japón, Italia o Alemania, la tendencia en México es de incremento.
Con base en CÁMARA NACIONAL DE LA INDUSTRIA EDITORIAL MEXICANA. Actividad editorial. Publicaciones periódicas 2002, 2003 y 2004 , (material de consulta en la biblioteca de Caniem). México, sin fecha.
Sin embargo la industria editorial mexicana, principalmente las empresas que se dedican a la publicación de obras culturales, luchan día a día para comercializar sus productos y tienen una baja facturación en comparación con otras industrias; compiten con muchos y variados productos de mayor demanda, ante un público con hábitos de lectura escasos o irregulares.
Proceso ideológico cultural
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En este proceso encontramos dos vertientes. Por una parte está la alta cultura, que proviene de la educación formal, de la producción y consumo de conocimientos relevantes para el desarrollo intelectual de los grupos sociales; la industria editorial ha contribuido tradicionalmente a ella, pero el interés del Estado, de las industrias privadas y de los individuos ha decrecido notablemente en los últimos años. Por otro lado la cultura popular de consumo, diferente de la “cultura popular” que constituye las tradiciones propias de los pueblos; en aquélla, los individuos actúan de manera pasiva siguiendo estilos de vida globalizados y modelos de consumo capitalista impuestos por los medios masivos de información, la industria del entretenimiento y las organizaciones comerciales. Para llevar a cabo el proceso de globalización económica ha sido necesario generar una cultura global y todas las actividades se comercializan bajo este sello.
La globalización es un proceso de fragmentación y articulación de las sociedades. Después de un periodo de relativo aislamiento de las naciones, actualmente nos encontramos en una etapa de integración de la humanidad a través de un proceso que conecta las diferentes comunidades del mundo. Manifiesta una visión del mundo que se comparte entre las diferentes naciones; influencias e interacción de diversas culturas, usos y costumbres que se amalgaman; formas de vida, de pensar y modelos de consumo que se transforman y universalizan. Existe un mayor flujo de bienes, pero también de información e ideas. Las empresas y los medios de información exaltan lo banal y la libertad de los individuos, exaltada hedonísticamente, en realidad se limita al consumo.
García Canclini[23] afirma que, más allá de la homogeneización, es un reordenamiento de diferencias bajo un sistema abierto y multicultural. “Los valores culturales han sido sometidos a los valores que ‘dinamizan’ el mercado y la moda: consumo incesantemente renovado, sorpresa y entretenimiento”.[24]
Gráfica 4. Composición del sector mexicano por tipo de publicaciones periódicas.
El hombre contemporáneo está rodeado de una enorme cantidad de productos y pierde la capacidad para elegir. Consume sin una necesidad real, pero adquiere los objetos porque están de moda, por que le gustan y lo seducen. Compra compulsivamente por una necesidad de consuelo que satisface temporalmente sus sentimientos de tristeza y frustración. Vive en una neomanía, escribe Pérez Cortés; es decir, existe una tendencia general al furor, se consume casi por capricho con la lógica de la abundancia que caracteriza a la economía inmaterial y de esta manera el hombre se sujeta a “una condición infantil permanente […], no sabe en dónde se encuentra y hacia dónde se dirige”,[25] debido a que ha perdido la capacidad para actuar en el mundo y tiene una actitud pasiva y dependiente.
Todo le agrada, pero carece de un compromiso social. Se siente desvalido en un mundo de rápidos movimientos que no comprende completamente. Vive entre un pasado que lo rebasa y un futuro incierto; por lo tanto pierde el sentido de las cosas, se siente desorientado y desamparado, y deja de relacionarse con el mundo como un sujeto activo. Así, el Estado social se desintegra, al igual que los compromisos sociales; estamos en la época del vacío de la que escribe Lipovetsky.
“La participación social se organiza a través del consumo, más que mediante el ejercicio de la ciudadanía […] Las identidades se organizan cada vez menos en torno de símbolos nacionales y pasan a formarse a partir de lo que proponen, por ejemplo, Hollywood, Televisa [y los medios de información en general]”.[26] La cultura latinoamericana ha estado inmersa en un proceso de globalización que protagoniza la cultura norteamericana, y actualmente Japón y Europa Occidental han crecido como fuertes competidores; sin embargo, las influencias provienen de todo el mundo.
La economía inmaterial se inicia cuando la producción económica se pone al servicio del hombre y no de las necesidades sociales. Moldea las relaciones de los hombres, puesto que todo se vuelve producción y se extiende a todos los ámbitos, incluso a la educación. La sociedad vive de las actividades comerciales y la producción se convierte en la forma predominante de la organización social y en el modelo para la acción.[27]
Aunque los productos se elaboran para personas de todo el planeta, la comercialización se realiza para grupos segmentados con características específicas y las formas de consumo son siempre individuales. En este contexto el consumo es, como lo define García Canclini, “el conjunto de procesos socioculturales en que se realizan la apropiación y los usos de los productos”.[28]
En cuanto al ámbito editorial, encontramos dos vertientes: por una parte, el círculo de editores independientes o de organizaciones sin fines de lucro, que tienen una gran responsabilidad cultural pero generalmente invierten poco en la promoción o se niegan a comercializar ampliamente sus productos; por la otra, las poderosas organizaciones de entretenimiento que monopolizan el mercado y cuyo interés básico es la actividad comercial.
En realidad sería importante que las dos tendencias fueran de la mano en beneficio de la sociedad; como sería utópico intentar cambiar las intenciones del segundo tipo de editores, el primero podría ocuparse de promover más sus productos para satisfacer mejor las necesidades de los individuos y ampliar su participación en el mercado, sin que ello tenga que resultar en detrimento de la calidad del contenido. México necesita incrementar su consumo de productos editoriales para fortalecer esta industria, para permitir que continúe con su labor de difusión y generación del conocimiento, y sobre todo para aumentar el número de lectores e incrementar el nivel cultural del país.
Las editoriales pueden recurrir a los procesos de seducción y utilizarlos para mejorar la sociedad misma. Jordi Nadal escribe que el editor “debe ser un radar y una esponja de su tiempo y sociedad”,[29] y tiene que detectar:
a) Lo que existe en el marco de su tiempo y merece ser comunicado al público;
b) lo que, sin existir (en el sentido de lo público), debe empezar a ser formulado (proponer temas, textos, personajes y valores), y
c) lo que ha existido y debería ser rescatado.
Este autor sigue diciendo que “en el mejor de los casos, editar es avanzar, es proponer mejores ciudadanos, más autónomos, más críticos, más sensibles, más libres” y hace referencia a Samuel Fisher, quien afirma que la misión del editor es “obligar” al público a que acepte nuevos valores aunque no los desee; sin embargo, Nadal más bien prefiere “invitar o seducir”, en el mismo sentido en el que Lipovetsky critica la comercialización de todo tipo de objetos.
En este proceso de seducción, para la comercialización de libros y publicaciones periódicas, existe una oportunidad para que las empresas interesadas en transmitir valores culturales continúen con su labor e incrementen su participación en el mercado. Como ya he mencionado insistentemente, en México existe una gran carencia e irregularidad en los hábitos de lectura; si apenas se consumen cómics, semanarios y revistas de interés general, mucho menos se consumen aquellos productos que realmente pueden repercutir en el incremento del nivel intelectual del país.
Proceso técnico tecnológico
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El proceso técnico se relaciona con las revoluciones tecnológicas, que desempeñan un papel muy importante en el proceso de globalización: abren nuevos mercados y nuevas fuentes de ganancias, mejoran las condiciones para el desplazamiento flexible de la producción y el trabajo, e imponen modelos de consumo. Por lo tanto, los avances tecnológicos no son el origen de la globalización económica, sino uno de los medios de los que se vale para lograr sus finalidades.
Las tecnologías de la información componen el marco tecnoeconómico del proceso de globalización; permiten que las empresas se muevan de manera flexible y dinámica a través de una nueva forma de organización laboral. Cada vez más individuos ubicados en regiones lejanas trabajan en conjunto a través de conexiones electrónicas: ésta es la base de las organizaciones virtuales.[30] En esta clase de organizaciones, las personas trabajan en equipo sin necesidad de estar en el mismo espacio físico y están en contacto todo el tiempo, principalmente por medio de la telefonía móvil, el correo electrónico y las videoconferencias. Este tipo de organización laboral disminuye los costos, reduce los tiempos y por lo tanto acelera los procesos de producción.
La industria editorial siempre ha estado ligada a las revoluciones tecnológicas; desde la invención de la imprenta en el siglo XV hasta las décadas de los años ochenta y noventa del siglo XX, cuando comenzó a difundirse el uso de ordenadores en nuestro país, aparecieron nuevos productos editoriales, como audiolibros y ediciones electrónicas; los originales mecánicos se remplazaron por originales electrónicos y surgieron los sistemas de preprensa e impresión digital.
Actualmente la tecnología también ha modificado la organización de las empresas. Las editoriales articulan la producción, circulación, comercialización y consumo de sus productos a través de una red de intercambios flexible, fragmental, deslocalizada, interconectada e interdependiente a la vez. Por ejemplo, una editorial de Guadalajara puede editar un número especial sobre el arte parisino, obtener un financiamiento en Francia, buscar autores expertos en el tema que habitan en varios continentes, contratar el diseño gráfico con un proveedor de la ciudad de México, enviar los originales para que sean impresos en Hong Kong, y comercializar y distribuir su revista en diferentes regiones de América Latina, Estados Unidos y España a través de empresas trasnacionales.
Los avances tecnológicos han permitido reducir los costos, acelerar e incrementar la producción, pero también han modificado las formas de trabajo. Mucha mano de obra ha sido desplazada por el software y las fuentes de empleo se fugan hacia otros países. Una amenaza para la producción mexicana es que las imprentas de China, en especial las de Hong Kong, son reconocidas mundialmente por su alta calidad y sus costos extraordinariamente bajos. El capital del país se escapa hacia otras naciones y con esto se incrementa el desempleo. Por otra parte, las editoriales encuentran en esta situación la coyuntura propicia para publicar más títulos, más ejemplares y obtener mayores utilidades. Ésta es otra de muchas contradicciones que se nos presentan como consecuencia de la globalización en un país como México.
De esta manera los cuatro procesos de la globalización capitalista, el político, el económico, el ideológico cultural y el técnico, han transformado la industria editorial, su organización, sus procesos de producción, sus actividades laborales y sus relaciones con clientes y proveedores. Éste es, en resumen, el contexto del entorno externo o macroambiente de las empresas editoriales en la sociedad mexicana contemporánea.
Bibliografía
Fuentes impresas
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AGUER HORTAL, Mario. Las organizaciones virtuales. El reto del nuevo siglo. Madrid: Pirámide, 2000.
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[1] Perry ANDERSON. Los orígenes de la posmodernidad. Barcelona: Anagrama, 1999, p. 111.
[2] Gilles LIPOVETSKY. La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Barcelona: Anagrama, 2004, p. 6.
[3] LIPOVETSKY. Op. cit., pp. 9-11.
[4] LIPOVETSKY. Op. cit., p. 14.
[5] LIPOVETSKY. Loc. cit.
[6] André GORZ. Miserias del presente, riqueza de lo posible. Buenos Aires: Paidós, 1998, p. 45.
[7] André SCHIFFRIN. La edición sin editores. México: Era, 2001, p. 11.
[8] Schiffrin. Op. cit., p. 13.
[9] Francisco PÉREZ CORTÉS. Lo material y lo inmaterial en el arte-diseño contemporáneo. Materiales, objetos y lenguajes virtuales. México: UAM-X, 2003, p. 26.
[10] John TOMLINSON. Globalización y cultura. México: Oxford University Press, 2001
[11] Joachim HIRSCH. Globalización, capital y Estado. México: UAM-X, 1996, p. 92.
[12] Néstor GARCÍA CANCLINI. Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización. México: Grijalbo, 1995, p. 33.
[13] García CANCLINI. Op. cit., p. 42.
[14] Daniel GOLDIN. “En torno a las políticas públicas del libro y la lectura”, en: Pasajes de la edición: hablan los profesionales. Memoria del Foro Internacional de Editores. Guadalajara: Cerlalc-UNESCO/SEP/UDG, 2003, p. 164.
[15] Sealtiel ALATRISTE. “El mercado editorial en lengua española”, en: García CANCLINI, Néstor y Carlos MONETA (coords.). Las industrias culturales en la integración latinoamericana. México: Grijalbo, 1999, p. 293
[16] Gerardo KLOSS. El papel del editor. El proceso productivo en la industria editorial, un modelo general razonado. México: UAM-X, 1998.
[17] Jorge RUIZ DUEÑAS. Cultura, ¿para qué? Un examen comparado. México: Océano, 2000.
[18] Varios autores. Pasajes de la edición: hablan los profesionales. Memoria del Foro Internacional de Editores. Guadalajara: Cerlalc-UNESCO/SEP/UDG, 2003.
[19] PÉREZ CORTÉS. Op. cit., p. 42.
[21] Mario AGUER HORTAL. Las organizaciones virtuales. El reto del nuevo siglo. Madrid: Pirámide, 2000, p. 16.
[22] PÉREZ CORTÉS. Op. cit., p. 37.
[23] GARCÍA CANCLINI. Op. cit., p. 13.
[24] GARCÍA CANCLINI. Op. cit., p. 32.
[25] PÉREZ CORTÉS. Op. cit., p. 40.
[26] GARCÍA CANCLINI. Op. cit., p. 15.
[27] PÉREZ CORTÉS. Op. cit., p. 43.
[28] GARCÍA CANCLINI. Op. cit., p. 58.
[29] Jordi NADAL y Francisco GARCÍA. Libros o velocidad. Reflexiones sobre el oficio editorial. México: FCE, 2005, pp. 5-6.
[30] AGUER HORTAL. Op. cit., p. 74.
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