De la teoría a la práctica
Hace pocos días, me encontré con una exalumna, que animada me platico sobre sus primeros logros dentro del ejercicio del diseño gráfico. Le pregunte su opinión sobre la utilidad de los conocimientos adquiridos durante sus estudios. Respondió que ciertamente había aprendido muchas cosas útiles, pero que “la realidad era distinta”, y menciono, por ejemplo, que para diseñar un tríptico, en la universidad tenía hasta tres o cuatro semanas, mientras que en el “mundo real” todo debe hacerse “para ayer”. Mi comentario fue que si bien es cierto que el ritmo de trabajo es distinto, no debemos olvidar que la universidad, no sólo prepara gente para trabajar en el “mundo real”, sino también para que esa misma gente pueda cambiarlo. Si se quiere un tríptico para reproducir lo existente, tal vez basten unas horas de trabajo, pero si se desea hacer alguna aportación, lógicamente se requerirá de más tiempo para madurar la idea.
Tal parece que muchas de las discusiones sobre la separación entre las universidades y el “mundo real”, se deben precisamente a que no se ha clarificado lo suficiente este doble aspecto de la formación académica: capacitar individuos para responder a las necesidades de un cierto mercado de trabajo o prepararlos para que, con una actitud crítica, puedan aportar cambios a la situación existente. Para muchos esta es una disyuntiva. En lo personal considero que las dos opciones no son excluyentes.
Más aún, me atrevo a afirmar que es en la síntesis de estos aspectos donde radica el éxito del buen profesor. Encontrar el camino de esta síntesis, marca la diferencia entre la sola capacitación técnica en un oficio y la generación de la conciencia de un profesional.Para andar el camino de la síntesis es necesario analizar y cuestionar el sentido de la profesión dentro de su contexto social. Me parece que el espacio académico idóneo para esto es la teoría.
El fin de siglo que nos ha tocado en suerte es testigo de como, en el campo del diseño, han cambiado conceptos que considerábamos fundamentales en la proyectación. Ejemplos de esto son las manifestaciones contrarias a los métodos, la preponderancia de la expresión sobre la función, y manifestaciones como el resurgimiento de estilos del pasado: Tipografías Bauhaus o remembranzas ArtDeco o ArtNouveau. La teoría del diseño también ha sufrido con estos cambios.
De hecho, parece que carecemos de una teoría sólida. Esto no es raro si reflexionamos sobre el poco tiempo, en términos históricos de que hemos dispuesto para estructurarla. Los avances realizados durante los años 60 en el campo de la teoría y los metros, apenas comenzaban a ponerse en práctica cuando nos dimos cuenta de que no alcanzaba con éxito las demandas de la sociedad. Por esto se ha iniciado una búsqueda que a pesar de su aparente caos, será la que en buena medida guíe el desarrollo de la profesión en el próximo milenio.
Una de las cosas de las que debemos aclarar es para qué sirve la teoría. Para algunos es el medio para entender algo que es, algo que ya está ocurriendo y busca explicárselo (tal es el caso de las teorías de las ciencias exactas como la física o la química). Para otros la teoría debería ser una herramienta capaz de guiar las acciones futuras, indicando caminos que aún no existen (como en el caso de las teorías sociales o económicas) .Me parece que una teoría del diseño debería encajar en este último grupo.
Si lo anterior es acertado entonces difícilmente podemos hablar de una teoría del diseño, acabada y perfectamente acotada. Nuestros esfuerzos en este sentido deben ser más dinámicos, acordes con la rapidez de los cambios sociales. Prácticamente deberíamos hacer cotidianamente modificaciones en nuestra teoría del diseño. Esto explica en buena parte el título del libro Para una teoría del diseño (UAM- tilde México. 1989).
Al escribir este libro mi intención no fue la de mostrar un modelo acabado, sino presentar elementos básicos que ayudaran en la formulación de una teoría. Y es con este sentido que lo utilizo como uno de los textos de mis cursos.
No obstante, esta labor no es fácil. Al usar el libro en los cursos “básicos” me he encontrado con que los alumnos difícilmente poseen el interés y la información necesaria, sin embargo, en los cursos cercanos al final de la carrera, es más fácil que los estudiantes se preocupen por estos cuestionamientos. En estos niveles, los estudiantes ya han obtenido una cierta experiencia en diseñar, y se han dado cuenta de que las “recetas”, que al principio consideraban incólumes, en realidad son endebles, por lo que, ávidamente, buscan una respuesta.
El objetivo del curso no se plantea como “aprender” teoría, sino como “pensar” sobre una posible teoría. Esto normalmente representa un cambio inesperado para los alumnos, acostumbrados a recibir cierta información que traducen en apuntes, a veces útiles para el trabajo final. El curso lógicamente consta de diversos temas y Para una teoría del diseño, se utiliza al final como apoyo para el último ejercicio. Su lectura se realiza a modo de seminario, en el que cada alumno o grupo de alumnos es responsable de leer una parte, exponer en clase e iniciar y conducir la discusión pertinente.
Se les pide que la discusión se apoye sobre todo en la reflexión crítica de sus propias experiencias en proyectos ya realizados, y no tanto en lo que otros autores dicen. Normalmente me corresponde invitar a la discusión pidiendo que se opine sobre lo acertado o relevante de lo expuesto en el libro.
Si bien al principio se da cierta timidez fácilmente explicable (¡¿Cómo van a criticar al maestro que lo escribió?!), poco a poco se logra una mayor participación. Este proceso se sigue sobre todo durante las dos primeras secciones del libro (Sobre los métodos y Sobre las necesidades).
La tercera sección que trata sobre la función, normalmente es más difícil, sobre todo en el momento de tratar lo relativo a principios de semiótica. La razón de esta dificultad me parece que radica en dos aspectos: por un lado los conceptos funcionalistas (“La forma sigue a la función”), aún están sumamente arraigados en nuestros modelos educativos, de aquí que pensar en otros factores posibles hilos conductores del proceso, les parezca difícil de imaginar. Por otro lado, la falta de conocimiento sobre los principios de la semiótica y su aplicación al diseño, obliga a que en esta parte se requiera otra vez de una serie de explicaciones por parte del profesor, más a la manera tradicional.
El trabajo final consiste en un reporte escrito. Para él se plante aun problema de diseño, y al alumno corresponde explicar cuál sería su perspectiva para resolver ese problema. Debe argumentar sobre cómo entiende la necesidad, cuál sería su enfoque para enfrentarla, cuales son los métodos o técnicas para solucionar el problema y la jerarquización de los diversos factores. En cada paso se deben explicar las razones para tomar tal o cual posición.
Normalmente este trabajo no se califica como “malo”, respetando el acercamiento teórico de cada alumno, sólo se puede considerar como “inadecuado” cuando los argumentos no son suficientemente razonados.
Los resultados de este ejercicio son dispares. En realidad dependen mucho de las actitudes de los estudiantes que, en ocasiones, resultan difíciles de cambiar. Algunos optan por repetir lo dicho en el libro (si en su proceso educativo no han aprendido a razonar, ciertamente saben cómo “seguir la corriente” dando resultados sólo para “satisfacer al profesor”). Otros (aproximadamente el 30% realmente razonan y proponen alternativas interesantes.
Un aspecto que pesa mucho sobre los alumnos es enfrentarse al profesor- autor del texto. Por un lado esto inhibe la crítica, por el otro parece darles más confianza sobre el tratamiento que se da al tema. A pesar de este aspecto, parece que, por lo regular, el alumno queda al menos con cierta inquietud critica. En general no toman por un hecho lo que los autores dicen, pues poseen herramientas suficientes para mantener una distancia critica.
Este libro se ha usado como apoyo, por un lapso corto (un año) y falta aún dejar correr el tiempo para, algún día, preguntar a un ex-alumno sobre la utilidad del curso en su práctica profesional.
Es necesario mencionar la otra cara de la moneda: el aprendizaje del profesor. A pesar de la cierta timidez mencionada, la retroalimentación obtenida de los alumnos, me ha llevado a cuestionar varias cosas mencionadas en el libro. Sería muy largo enumerar mis reflexiones a partir del uso del libro en mis cursos. Es suficiente expresar que ahora cambiaria algun enfoque del contenido en las diversas secciones y capítulos.
Esto me presenta ante una disyuntiva: un camino seria reescribir el libro, otro esperar algún día, que algún exalumno me platique que está escribiendo un libro sobre ideas alrededor de la teoría del diseño. Esto sería sin duda lo que mayor satisfacción me daría.
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Etiqueta:Diseñar en el mundo "real", Teoría del diseño