La creatividad y el lugar común.
Texto publicado con la autorización de Ox Bow Press
Comentario sobre el texto “La creatividad y el lugar común”
Jaime Carrasco-Zanini Rincón
Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco
Actualmente se está viviendo un renovado interés por la creatividad, tanto en el campo de la ciencia como en el del arte y el diseño. En las universidades y escuelas se imparten, desde distintos enfoques, cursos o diplomados en creatividad y se realizan trabajos de investigación sobre el tema. Revistas especializadas y casas editoriales publican artículos y libros al respecto; en los libros de arte o diseño es raro no encontrarse con el término a cada tanto.
De hecho parecería que se estuviera conformando una especie de doctrina de la creatividad, que aspira a valorar la hechura de obras u objetos en los que se pone lo singular por encima de lo convencional, lo heterodoxo sobre lo ortodoxo, lo nuevo arriba de lo ya conocido, además de que trata de entender este hacer a partir de la categorización y estudio de las aptitudes, habilidades y actitudes de los llamados creadores, poniendo énfasis en la intuición, la espontaneidad, la oportunidad, la obstinación, la combatividad, la desinhibición, la noracionalidad, etcétera.
Otra vertiente de esta doctrina emergente está en el desarrollo de metodologías que intentan sistematizar el llamado proceso creativo a partir del seguimiento de una serie de pasos y actitudes en distintas etapas de eseproceso.
Sin embargo, un conjunto significativo de autores considera limitante y problemático plantear una doctrina de la creatividad. Richard McKeon es uno de esos autores; en su artículo “La creatividad y el lugar común”, desde la perspectiva de la retórica moderna, estudia el concepto de creatividad visto como un lugar común.
Para ello aborda este último término desde su acepción aristotélica original, como un lugar o espacio mental en el que se podían ordenar cosas para recurrir a ellas y descubrir cómo combinarlas a través de la invención.
Además sigue la evolución y las transformaciones cíclicas de este concepto a lo largo de la historia hasta llegar a su uso cotidiano en el lenguaje actual, en el que es el lugar de la repetición al que se recurre desde la memoria para realizar “citas familiares en las que algo bien conocido y ampliamente apreciado es aseverado”.
Según McKeon, “el problema de la creatividad es la creatividad en sí misma. Es una palabra sin significado que asume significados pretendidamente claros y fijos en lugares comunes bien conocidos que expresan lo que todo el mundo conoce acerca de ello…”. Para McKeon el problema con el concepto de creatividad está en querer hacer de ella una doctrina que trate de categorizar los lugares. Él afirma: “los lugares comunes (en su sentido original) que innovan o transforman, inventan y descubren, pueden ser detectados en su uso efectivopero nunca pueden ser establecidos unívoca, clara y diferenciadamente”.
A este respecto, Alejandro Tapia afirma que “los lugares se oponen a las categorías porque estas últimas son nociones que tienen un sentido único de acuerdo con las convenciones de una teoría o modelo científico. Son unívocas. Los lugares, en cambio, son los puntos de partida de cada situación particular… La categorización de los lugares sólo trae resultados comunes y sin perspectiva”.[1]
Para McKeon, “sólo a través del redescubrimiento delos lugares comunes de la invención y la memoria se puede abrir la percepción de nuevos significados o aplicaciones o el descubrimiento de líneas de argumentación no percibidas, que lleven a conclusiones no notadas que no estuviesen ahí hasta que fuesen convertidas en hechos… [y que llevasen] a descubrir nuevos universos de discurso, pensamiento, ocurrencia consecuencial y organización sistemática”.
En el contexto actual del diseño, en el que hay un esfuerzo sostenido para el desarrollo de un sustento teórico de la disciplina, el concepto de creatividad ha resultado ambiguo y conflictivo. El presente artículo, al problematizar este concepto a partir del enfoque retórico, ayuda a entender la dinámica que se ha generado alrededor de su uso, además de apuntar sus limitaciones y proponer la manera de superarlas. Por todo estoconsideramos pertinente la traducción de este artículo, esperando que contribuya a enriquecer la discusión.
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La creatividad y el lugar común.[2]
por Richard McKeon
La idea de que la creatividad tiene su punto de partida en el lugar común puede ser tomada, a su vez, como un lugar común familiar y comúnmente aceptado. La invención, el descubrimiento y la visión profunda[3] son puntos creativos de partida desde las circunstancias habituales del lugar común para ir hacia la transformaciónde lo usual o de lo inadvertido en innovación; las innovaciones ampliamente conocidas, aceptadas y establecidas se convierten a su vez en lugares comunes que proveen circunstancias y temas para nuevas innovaciones.
Pero esos lugares comunes de la opinión común y del lenguaje ordinario son ejemplos de los cambios y alteraciones por los que pasa el lugar común. Ambos términos, creatividad y lugar común, son palabras ambiguas; los conceptos como lugares, tópicos, locus, lugares comunes y lugares de lo específico han tenido historias largas y paradójicas desde que entraron en los lenguajes occidentales. Ya eran tan ambiguos en el griego ordinario como lo son en el español[4] cotidiano, y la naturaleza del lugar y del espacio fue materia de disputa en los inicios de la física griega. Se establecieron como términos del arte en la retórica griega, adquirieron significados fijos en la retórica romana y, con el amplio uso de la retórica en el desarrollo de las artes de la filosofía práctica, la jurisprudencia, la historia y la literatura, adquirieron significados de lugar común que frecuentemente discrepan con el uso que tuvieron como términos de arte. Creatividad, invención, descubrimiento, recuperación e innovación también fueron términos ambiguos, tanto en sus usos cotidianos como en sus usos filosóficos, al grado que Platón buscó rectificar los errores de la invención poética mediante verdades descubiertas en la recolección de ideas. En la subsecuente historia de la especulación filosófica sobre la creatividad, la memoria es la base de la invención, la invención provee materiales para la memoria y los lugares comunes son los dispositivos de ambos.
Cicerón definió los lugares como asientos (sedes) o fuentes de argumentos. La retórica se compone de cinco partes, invención, disposición, elocución, memoria y pronunciación, y Cicerón usó los lugares como dispositivos fundamentales en sólo dos de ellas, la invención y la memoria. Para los lugares de la memoria recuperó al poeta Simónides; para los lugares de la invención construyó sobre la base de los tópicos de Aristóteles.
Cicerón le atribuye la invención del arte de la memoria a Simónides de Ceos, quien había sido comisionado para presentar un poema en honor del anfitrión en un banquete, pero en el curso de su poema elogió también a Castor y a Pólux. Leído el poema, su patrón arguyó que el elogio había sido dividido entre él y los dioses, por lo que le propuso pagarle solamente la mitad del precio acordado por el panegírico. En ese momento Simónides fue llamado porque dos jóvenes querían hablar con él afuera; en su ausencia el techo del salón se derrumbó y aplastó a los comensales en tal forma que resultó difícil identificar los cuerpos. Simónides utilizó entonces su recuerdo de los lugares que habían ocupado los comensales para identificarlos. Argumentó que la facultad de la memoria puede ser entrenada seleccionando ciertos lugares, formando imágenes mentales de las cosas y colocándolas en esos lugares, de modo que el orden de los lugares preservara el orden de las cosas; equiparó así a los lugares con la tablilla de cera y a las imágenes mentales con las letras escritas en ella.[5] La tablilla de cera y las letras o imágenes siguieron siendo utilizadas en el lenguaje figurado filosófico, a lo largo de la historia de la discusión acerca de la memoria y el pensamiento, de impresiones, semejanzas e imágenes, junto con la sortija con sello, la impresión del sello en la cera, la huella (vestigium) y su marca en la tierra suave.
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En el prólogo de su libro Tópicos a Cayo Trebacio, Cicerón le recuerda a este amigo suyo que, cuando tomó una copia de los Tópicos de Aristóteles en la biblioteca de Cicerón y le preguntó sobre qué trataba, éste le explicó que “contenía una disciplina ideada por Aristóteles para inventar argumentos, de tal manera que podamos dar con ellos a través de una estructura y una ruta (ratione et via) sin ningún error”.[6] Cicerón le había prometido a Cayo Trebacio explicarle esta disciplina más extensamente y el cumplimiento de esta promesa fueron sus Tópicos, escritos de memoria en un viaje a Grecia cuando no llevaba libros consigo.[7]Esta ausencia de libros ha brindado a los estudiosos un rico campo de investigación para relacionar la disciplina expuesta por Cicerón con los tópicos y sus usos manifestados por Aristóteles, tanto en sus Tópicos como en su Retórica.
Cicerón argumentó que toda estructura ordenada de discurso (omnis ratio diligens disserendi) tiene dos partes, concernientes respectivamente a la invención y al juicio. Aristóteles estableció ambas, mientras que los estoicos se limitaron a las formas del juicio, a las que llamaron dialéctica, desdeñando el arte de la invención o de los tópicos, a pesar de ser más útil y ciertamente más importante por naturaleza.[8] Cicerón divide los tópicos en técnicos y atécnicos; esto es, lugares en los que los argumentos se obtienen mediante artes o destrezas, y lugares en los que los argumentos se obtienen sin ellas. Aristóteles hace una distinción similar en su Retórica, pero el tratamiento de Cicerón sobre los dos tipos de tópicos es diferente. Para Cicerón los lugares no técnicos tienen que ver con el testimonio; enumera cuatro lugares técnicos: definición, enumeración, etimología y circunstancias, y divide las circunstancias en trece tipos: conjugaciones, géneros, especies, semejanzas, diferencias, oposiciones, adjunciones, antecedentes, consecuentes, contradicciones, causas, efectos y comparaciones, éstas últimas con cosas mayores, iguales o menores. Éstos no son los tópicos de Aristóteles; Cicerón combina los tópicos con los predicados que Aristóteles usa con los lugares comunes en sus Tópicos, con los tipos de opuestos que distingue en sus Categorías y con las “circunstancias” de acción que examina en la Ética nicomaquea. Pero algunos de ellos también nos recuerdan tópicos tratados en investigaciones posteriores sobre la lógica inductiva y la lógica del descubrimiento; otros han dado pie una y otra vez a objeciones contra la “lógica tradicional” y la “retórica verbal”, y también contra formalismos y subjetivismos de arte y de autoridad, no relacionados con las cosas concretas de la existencia y la experiencia.
Los lugares comunes sufrieron degradaciones y fueron criticados. Con el tiempo, los tópicos de la memoria amenazaron con volverse tan numerosos como las cosas que debían ser recordadas y, por lo tanto, no ser de ninguna ayuda para retenerlas y ordenarlas. La palabra tópico cambió periódicamente de significado, de un lugar vacío en el que se podían ordenar las cosas para poder recordarlas, a una materia o un tema delimitado a tratar, como el tópico del que se va a hablar, pensar o actuar. Los lugares comunes de la invención también cambiaron periódicamente de significado; de dispositivos para el descubrimiento de algo previamente desconocido, a citas familiares en las que se asevera algo bien conocido y generalmente aceptado. Quintiliano se quejó de que muchos oradores hacían colecciones de dichos y argumentos concernientes a los temas de más probable aparición en la práctica de su arte, en lugar de fortalecerse mediante lugares que les permitieran descubrir nuevos argumentos a los que nunca hubieran recurrido antes. Los lugares comunes eran más bien memorizados antes que usados para la invención y se citaban cada vez que surgía la ocasión, no cuando las circunstancias lo requerían. Los lugares comunes cesaron, de tiempo en tiempo, de ser rutas hacia lo nuevo y lo desconocido, y los libros de lugares comunes se convirtieron en colecciones de aforismos y versos en lugar de ser artes de la invención.
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De vez en cuando los lugares comunes reaparecían y eran esquematizados como dispositivos; en el Renacimiento fueron organizados en numerosas artes de la invención o artes del descubrimiento y artes de la memoria o artes mnemotécnicos, y artes de lo artificial, de lo técnico o de la memoria tópica; la lista de los lugares comunes fue sometida a cambios en sucesivas versiones de las artes. Séneca el Viejo reporta los prodigios de la memoria y las sutilezas de la invención que había en las escuelas romanas de retórica. La segunda sofística condujo hacia nuevas formas de desarrollo y embellecimiento las prácticas de los adeptos y la apreciación informada de los oyentes.
No fue Aristóteles quien esclavizó las mentes de los hombres de la Edad Media en la lógica, la ciencia, la filosofía y ni siquiera en los tópicos. Fue Boecio, quien no tradujo los Tópicos de Aristóteles, sino que escribió una vasta obra en cuatro tomos, De diferentiis topicis, en los que combinó los tópicos de Cicerón con los de Themistio y creó una versión de la lógica de Aristóteles que fue estudiada en la Edad Media; una forma platonizada que basaba el conocimiento en las opiniones usadas en los silogismos dialécticos de los Tópicos, en vez de los principios científicos usados en los silogismos demostrativos del Analytica posteriora. Los lugares comunes dieron forma al método de la ley canónica y al método escolástico que se desarrolló a partir de ella en el siglo XII.
Los lugares comunes contribuyeron, en sus alternancias entre la invención y la repetición, al carácter árido y obtuso de las artes liberales del medioevo, contra las que se rebeló el Renacimiento. La revuelta humanista inspiró un regreso a Cicerón, quien en su momento también había sido la fuente de inspiración de las mismas artes liberales medievales, y la invención y los lugares comunes adquirieron nueva prominencia con la rebelión. Aristóteles había distinguido entre los lugares comunes y los lugares de lo específico. Cicerón estableció diferencias entre las cuestiones particulares, acerca de eventos y personas concretas, y las cuestiones generales, acerca de los problemas filosóficos; usó las rutas o caminos de los lugares en ambos tipos de cuestiones, como parte de su programa para unir la sabiduría con la elocuencia, la retórica con la filosofía.
Durante el Renacimiento las letras fueron revitalizadas por los lugares de lo específico, usados en una nueva forma de la disciplina filológica, y los lugares comunes encontraron su sitio en nuevas versiones de la lógica, la dialéctica y la retórica desarrolladas en numerosos tratados sobre el método. Aristóteles usó el término “método” (methodos) para significar una ruta hacia la investigación de un tema o la solución de un problema científico, y distinguía los métodos de las rutas o caminos (hodos) construidos en las artes universales para establecer argumentos, descripciones o explicaciones aplicables a cualquier tema o problema.
Los tratados ciceronianos y medievales fueron rutas o caminos (via) y el término methodus no se convirtió en una palabra latina hasta la traducción de los Tópicos de Aristóteles en el siglo XII.
Lully ideó un arte combinatorio que tenía una parte inventiva. Rodolfo Agrícola escribió De inventione dialéctica, que influenció a Petrus Ramus[9] en su revisión de las artes liberales; siendo crítico de Aristóteles, Ramus pasó trabajos para señalar la superioridad del tratamiento de los tópicos de Cicerón sobre el de Quintiliano y la superioridad de la aproximación de Aristóteles sobre la de ambos. Mario Nizolio escribió un tratado Sobre los principios verdaderos y la razón verdadera de filosofar en contra de los pseudo-filósofos, basando la metafísica en principios derivados de la literatura y de la retórica. El arte de la memoria también fue desarrollado en una gran cantidad de sistemas diversificados del arte mnemónico.
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La filosofía moderna tuvo sus inicios en estas innovaciones en la filología, la filosofía, la historia y la ciencia; muchos de los heraldos de este avance, filósofos como Francis Bacon, Leibniz y Vico, estaban conscientes del trabajo de sus predecesores sobre los lugares comunes y los lugares de lo específico. Bacon criticó los métodos de Lully y Ramus, y buscó lugares de lo específico para el descubrimiento de las cosas y las artes, en vez de lugares comunes para la invención de palabras y argumentos.
Leibniz continuó con la tradición del arte combinatorio y de las características universales, y editó e hizo comentarios sobre la retórica metafísica de Nizolio. Encontró lugar para los tópicos tanto en las demostraciones de la lógica combinatoria como en las probabilidades de la ciencia moral, la jurisprudencia y la historia. El subtítulo de su Disertación sobre el arte combinatorio promete que sembrará “nuevas semillas del arte de meditar o la lógica de la invención”. Leibniz dividió la lógica en dos partes, una lógica inventiva o tópica y una lógica del juicio o analítica; las ciencias prácticas están basadas en la lógica de la probabilidad, esto es, en los tópicos o en la dialéctica, los que sirven, en ausencia de análisis, como un arte de la estimación de los grados probatorios.
Sin embargo, en esta época el arte de la invención fue poco desarrollado y sólo se pueden encontrar unas cuantas muestras. Vico atacó el método de Descartes diciendo que estaba astutamente falseado para exaltar las matemáticas y la filosofía del propio Descartes, degradando todos los otros estudios y formas de pensamiento. Vico propuso en su lugar un programa que pudiese ejercitar la memoria, la imaginación y la percepción (ingegno, de ingenium, una facultad de la mente semejante a lo que Aristóteles llamó “agudeza rápida”,[10] la percepción inmediata de los términos medios, la facultad del genio de percibir inmediatamente en todos niveles, sensitivos e intelectuales, los términos finales que pueden ser relacionados).
Vico decía que una de las prácticas perniciosas que afligían al estudio de la filosofía en sus tiempos era introducirla mediante el estudio de la lógica de Port- Royal, “llena de juicios rigurosos acerca de las recónditas materias de las altas ciencias, lejanas al sentido común vulgar”. En el programa que él propuso, cada uno de los dones mentales de la juventud debían regularse y desarrollarse mediante un arte diferente: la memoria con el estudio de los lenguajes, la imaginación con la lectura de poetas, historiadores y oradores, y la percepción (ingegno) con la geometría plana que es, en cierto sentido, un arte gráfico que fortalece la memoria por el gran número de sus elementos, refina la imaginación por sus delicadas figuras y sus muchos dibujos de finas líneas, y acelera la percepción (ingegno) al examinar todas aquellas figuras y coleccionar, entre ellas, las necesarias para demostrar la magnitud requerida”.
Tal régimen debe dar frutos, al tiempo que madura el juicio, en una elocuente, vívida y aguda sabiduría. En el caso contrario, si los estudiantes son guiados por la lógica prematuramente hacia la crítica,
(es decir, son guiados hacia el juicio antes de aprehender apropiadamente, contra el curso natural de las ideas, ya que deben primero aprehender, luego juzgar y finalmente razonar), se vuelven áridos y secos en la expresión, sin la capacidad de hacer algo definido por ellos mismos en el juicio sobre todas las cosas. Por otra parte, si en la edad de la percepción [ingegno], que es la juventud, ellos se dedicaran a los tópicos, el arte del descubrimiento que es el privilegio especial de los perceptivos (como Vico hizo en su juventud, tomando esta sugerencia de Cicerón [en su autobiografía se refiere a él mismo en tercera persona]), entonces tendrían ya la materia en orden, para formarse luego una sólida opinión sobre ella. No se puede formar un juicio sólido sobre una cosa sin tener un completo conocimiento de ella y los tópicos son el arte de encontrar en cualquier cosa todo aquello que está en ella. Entonces la naturaleza misma puede ayudar a los jóvenes a convertirse en filósofos y buenos oradores.[11]
Vico regresó al ideal de Cicerón de juntar sabiduría y elocuencia; utilizó los lugares comunes para formar programas de estudio y para abrir visiones profundas de investigación que guiarían e inspirarían búsquedas posteriores en la literatura, la historia y la jurisprudencia. Bacon, Leibniz y Vico extrajeron del Renacimiento y desarrollaron las especulaciones sobre los métodos de descubrimiento y sobre los tópicos; la diversidad de usos implícita en la utilización que hizo Cicerón de ellos para rectificar el predicamento de la filosofía y la retórica; ambas estaban en su momento convertidas en disciplinas “técnicas”, lo que producía, por un lado, expertos que tenían conocimiento pero que no eran capaces de expresarse, y por el otro, maestros en las artes del lenguaje y la comunicación que no tenían nada que decir. Cicerón había utilizado los tópicos como dispositivos para alcanzar su ideal de unificar la elocuencia y la sabiduría. Pero Cicerón los usó en sólo dos de las cinco partes de la retórica, mientras que Bacon, Leibniz y Vico los extendieron a todas las cinco partes e hicieron de ellos medios para avanzar en la ciencia, reformar la filosofía, concebir y estudiar la cultura, y enmarcar la historia universal.
Todos ellos vieron que los lugares de la invención de Cicerón eran algo más que fuentes de argumentos para los oradores y los filósofos, presionados o acorralados en debates y controversias, y los transformaron en lugares para la percepción, el descubrimiento y la explicación de lo desconocido. Los lugares de la memoria fueron transformados, de almacenes de hechos conocidos, clasificados para una fácil referencia, en una forma de organizar todo lo descubierto y conocido en esquemas interactivos de las artes y las ciencias. La disposición, el arreglo de todo aquello que ha sido descubierto, involucra juicio y las conexiones del discurso se encuentran en los lugares del juicio y de la argumentación, en las figuras de los silogismos y las pruebas, y en las figuras del lenguaje y del pensamiento: los “tropos” han estado estrechamente conectados con los “topos” en la historia de los dispositivos de colocación y transformación. La elocución es el lenguaje adaptado a los argumentos, narraciones y mitos de presentación y prueba; los lugares de la afirmación y del juicio son las fuentes y los determinantes de las líneas de inferencia y los flujos de estilos. La pronunciación o entrega incluye tanto los movimientos del cuerpo como los de la voz. Es acción y los lugares del hacer gobiernan todas las artes de la acción, no sólo las acciones dramáticas y oratorias en el escenario y en el podio, sino también las artes prácticas, las artes liberales y las artes estéticas; esto es, las artes de la prudencia, las artes de la sabiduría y las artes de la imaginación. Los lugares de lo garantizado, de lo aseverado y de lo hecho se han desarrollado desde los lugares de lo conocido y lo desconocido, y los lugares de nueva invención son lugares tanto de la memoria como de la invención.
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La mnemotécnica y la heurística del Renacimiento han pasado de moda o han sido alterados al grado que ya no son reconocibles; nos hemos aburrido o hemos olvidado las voluminosas investigaciones y esquematizaciones metodológicas del siglo XIX, que desarrollaron métodos para las ciencias naturales, culturales, sociales, ciencias humanas o humanidades, para la historia, para la bibliografía y para la crítica. Somos más aptos para recordar las paradojas que resucitan en las controversias entre los proponentes de aquellos métodos, acerca de si un arte o un método de invención y descubrimiento puede ser construido, o si deben ser vistos como productos del genio y la agudeza, que no pueden ser aprendidos o adquiridos. John Stuart Mill y William Whewell coincidieron en que no puede haber un “método” de descubrimiento, pese a que pasaron años debatiendo sobre la naturaleza del descubrimiento y su lugar en la filosofía y en la lógica, en varias ediciones del Sistema de la lógica de Mill y en varios libros de Whewell sobre la lógica inductiva y la filosofía del descubrimiento. Aún en el siglo XX hemos tenido libros y artículos sobre la lógica del descubrimiento, la lógica de la casualidad y de lo artificial.
El nuevo interés por la creatividad ha hecho del término un lugar común con muchos significados y muchos lugares en el arte y la ciencia, en la práctica y la teoría, en la lógica y la metodología. El término creatividad es usado frecuentemente como un lugar común que significa “hacer algo diferente de lo que es usual”; si se usa en esta forma, raras veces da lugar a problemas que requieran apelar a un arte, a un método o a una lógica del descubrimiento: la espontaneidad, la casualidad, la obstinación y el encono son suficientes para dar cuenta del cambio. Si en este punto se plantean cuestiones de valor, son reducidas a disputas de lugar común sobre el valor relativo de lo nuevo y de lo convencional, al atractivo relativo de lo revolucionario y de lo tradicional o a la efectividad relativa de la innovación y de la recuperación.[12]Considerando tales formas de formular las preguntas y usando tales argumentos para resolver los debates, la decisión puede darse tan fácilmente a favor como en contra de la innovación; cualquier etapa de progreso puede verse como resultado ya sea de un renacimiento o de una revolución. La batalla de los libros, entre los antiguos y los modernos, fue una batalla semejante del lugar común para la creatividad.
De todos modos los lugares comunes empiezan a emerger en el curso de estas disputas establecidas de valor y comienzan a funcionar, una vez más, como artes de la invención y artes de la memoria: empiezan con el lugar común de la relación entre el hecho y el valor, seguido de un conjunto de lugares comunes interconectados en torno a las relaciones entre la imaginación y la memoria, entre la invención y el juicio, entre el mito y el logos, entre la historia y la teoría, y entre la secuencia y la estructura.
Los lugares de la invención y de la memoria son lugares de cosas, pensamientos, acciones y palabras.
Son explorados como fuentes de innovaciones inventadas y de hechos establecidos por las facultades de la imaginación simbólica, la memoria factual, la razón discursiva y el entendimiento intuitivo. En la comunicación, en las ciencias y en las artes no hay cosas o pensamientos, solamente cosas conocidas y pensamientos significativos, cosas expresadas y pensamientos ordenados por acciones de arte que hacen de ellos objetos, entendimientos, consecuencias y expresiones. Las invenciones y los descubrimientos, las recolecciones o recuperaciones de las cosas, de ocurrencias, de pensamientos e imaginaciones, de artes y acciones, de afirmaciones y recuentos, son expresados en invenciones de lenguaje y en géneros del discurso: narrativa de ficción, descripción concreta, argumentación secuencial o exposición inteligible. Todos ellos son construidos por las artes o las acciones de innovación y fijación: invención, recuperación, descubrimiento, creación. Mediante el uso de tales discursos y artes somos capaces de hacer confiadamente nuestro lugar común, concretar distinciones de las cosas, pensamientos, acciones y afirmaciones. Si existe una filosofía del descubrimiento y la creatividad, no puede ser una filosofía establecida por consenso acerca de la naturaleza de las cosas, los poderes o facultades del pensamiento, los dispositivos de las artes o los significados o garantías de las afirmaciones. Debe ser una filosofía plural que establezca un juego interactivo de filosofías que inventan sus hechos, sus datos, sus métodos, sus universos.
Debe ser un redescubrimiento de los lugares comunes de la invención y la memoria para innovar, más que para establecer una doctrina de proselitismo y conversión entre dogmas y herejías establecidas.
Es apropiado que los lugares comunes sean transformados, de colecciones de clichés comunicables, fijos y establecidos, a fuentes neutrales de nuevas percepciones, que operen en nuevas direcciones en el pensamiento, la cultura y la filosofía del siglo XX. La retórica ha asumido de nuevo un lugar dominante en nuestro pensamiento y nuestra acción. Así como la retórica de los romanos tomó sus lugares comunes de las artes prácticas y la jurisprudencia, y la retórica de los humanistas tomó sus lugares comunes de las artes y la literatura, nuestra retórica encuentra sus lugares comunes en la tecnología de la publicidad comercial y las máquinas de cálculo.
Como sucedió con las retóricas del pasado, el arte de la memoria se ha desarrollado más rápida y elaboradamente que el arte de la invención, así que la recuperación pasa frecuentemente por innovación y la motivación por racionalización.
El gran problema de la creatividad es la creatividad en sí misma. Es un lugar común, una palabra sin significado que asume significados claros y fijos en lugares comunes bien conocidos que expresan lo que todo mundo sabe acerca de ella, o que preserva una ambigüedad productiva y sistemática, de la cual pueden derivarse nuevas visiones y construirse nuevas consecuencias.
Pero los productos de la creatividad, visiones adquiridas, cosas hechas, acciones planeadas, afirmaciones compuestas, pasan a ser los lugares comunes de nuestro mundo familiar, mientras que los lugares comunes que innovan o transforman, inventan y descubren, pueden ser detectados en su uso efectivo pero nunca pueden ser afirmados unívoca, clara y diferenciadamente.
La presente exposición sobre la creatividad y el lugar común no está diseñada para descubrir y afirmar verdades sobre la creatividad, sino para explorar los lugares comunes que determinan las variedades de significados que ésta asume en las afirmaciones acerca de ella misma y la variedad de formas con las que funciona para explorar lo viejo y construir lo nuevo.
Si esta exposición hubiese sido diseñada como una historia de los lugares comunes o una teoría del lugar común, tendría el radical defecto de que nunca define lo que es un lugar común, así como tampoco enumera los lugares comunes. Los lugares comunes de Cicerón no son los de Aristóteles; Boecio parte más allá de ambos; Lully y Ramus innovan, y Bacon, Leibniz y Vico vuelven a poner de moda sus innovaciones. La única lista que se ofrece, con una reticencia inocultable, es la de Cicerón, obviamente escogida porque es corta, su terminología es tradicional y ha sido actualizada al lenguaje de las corrientes más nuevas; esto es, la lista de lugares comunes ha dejado de contener los lugares de la invención para convertirse en los lugares de la repetición.
Si los adeptos de los lugares comunes han usado diferentes lugares comunes, cabría preguntarse ¿cuál es el lugar común de los lugares comunes? y ¿cómo se usan los lugares comunes para alejarse del lugar común?
El lugar común de los lugares comunes es el lugar en donde las certidumbres de lo familiar son puestas en contacto con las transformaciones de la innovación.
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Un término que es un lugar común, como creatividad, no tiene significado en forma aislada. Cuando se combina con otros términos en una afirmación, ésta puede ser verdadera o falsa y el término continúa siendo ambiguo. Cuando se ofrecen razones para asegurar un significado, el significado del término se convierte en una variable ajustada a las variaciones de otros términos en la formulación del argumento. Cuando se buscan principios para fundamentar el argumento, el significado del término se convierte en una función del sistema y la doctrina de la creatividad se vuelve un confortable lugar común en un universo establecido. Esta es la génesis de las doctrinas de la creatividad surgidas desde la palabralugar común creatividad; recuentos similares de esta génesis pueden ser dados desde la cosa-lugar común creatividad, el pensamiento-lugar común creatividad o la acciónlugar común creatividad.
Los lugares comunes de la creatividad difieren de las doctrinas de la creatividad en cada una de las cuatro etapas de su progreso: un término puede carecer de significado, en el sentido de estar indefinido o en el sentido de estar siendo despojado metódicamente de todo vestigio de significado; la ambigüedad tiene usos productivos así como peligrosos equívocos; la variabilidad aparece en explicaciones que son variaciones de un mismo argumento o tema, así como en la exposición de los argumentos y sus ocurrencias; la funcionalidad es una relación entre cosas y afirmaciones, pensamientos y artes, así como una relación entre las partes constitutivas de lo que forma el caso.
La presente exposición es un recuento de los lugares comunes de la creatividad: la creatividad fue usada como un lugar común; fue expandida al lugar común conocidodesconocido y usada para distinguir y unir las artes de la invención y de la memoria, que fueron exploradas en el lugar común término-afirmación-argumento-sistema y sistematizadas en la creación del lugar común cosas-pensamiento- acción-palabras. Muchas de las doctrinas sobre la creación se han movido a lo largo de la primera ruta, pero todas han usado las estructuras de los lugares comunes bosquejadas a lo largo de la segunda ruta. El lugar común conocido-desconocido tiene ciertas ventajas sobre algunos de los lugares comunes acostumbrados en la discusión filosófica, como son objetivo-subjetivo, mente-materia o real-ideal, porque conserva una fácil reversibilidad para que lo conocido se convierta en desconocido y lo desconocido en conocido; gracias a ello conserva su apertura inventiva como lugar común, y los lugares comunes derivados de él proveen estructuras para todas las formas de pensamiento en un pluralismo de filosofías de la invención y variantes de la creatividad.
Los lugares comunes de la creatividad operan tanto en la escritura como en la interpretación de los textos, en la interpretación de la experiencia tanto como en la de las afirmaciones, y en la interpretación tanto como en la formación del carácter, del pensamiento, de las acciones y de las cosas. En la interpretación del texto de un filósofo del pasado o del presente, por ejemplo, los lugares comunes de la invención pueden abrir la percepción de nuevos significados y aplicaciones, inclusive en un texto muy conocido, y esto a su vez revela nuevas líneas de argumentación que llevan a conclusiones antes imperceptibles, las cuales no estaban ahí hasta que son convertidas en hechos a través del descubrimiento. Los nuevos hechos percibidos al interpretar un texto pueden a su vez conducir al descubrimiento de nuevos poderes de percepción, de nuevos datos existenciales y nuevos hechos experimentados, ordenados conforme a nuevas artes y métodos, para descubrir nuevos universos de discurso, pensamiento, ocurrencia consecuencial y organización sistemática. El uso de los lugares comunes de la creatividad erige y llena el lugar común como un almacén de lo conocido, y provee materiales para que los lugares comunes sean instrumentos de la percepción, la creación, el arreglo y el establecimiento de lo nuevo en la existencia, la experiencia, la exploración discursiva y la organización inclusiva.
[1] Tapia, Alejandro. El diseño gráfico en el espacio social, Designio- Encuadre, México, 2004, pp. 77 y 81.
[2] Capítulo 2 del libro Rhetoric. Essays in Invention and Discovery. Richard McKeon, 1987, Ox Bow Press, Woodbridge, Connecticut
[3] Insight en el original.
[4] Inglés en el original.
[5] Cicerón, De Oratore II, LXXXVI. 351-4.
[6] Cicerón. Tópicos a Cayo Trebacio, I. 2.
[7] Ibid., 4-5.
[8] Ibid., 6-7.
[9] Pierre de la Ramée.
[10] Quick wit en el original
[11] The Autobiography of Gianbattista Vico, trad. M. H. Fisch y T. G. Bergin. Cornell University Press, 1944. pp. 123-24.
[12] Revival.
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